Aung San Suu Kyi

En febrero pasado, remé hacia las tranquilas aguas del lago Inya, en Rangún, la antigua capital adormecida de Birmania. Aung San Suu Kyi, la heroína política del país y ganadora del Premio Nobel de la Paz, vive a lo largo de la costa, al igual que varios de sus antiguos torturadores. Pasó 15 años aquí bajo arresto domiciliario y yo buscaba un sentido de proximidad. Difícilmente podría haber imaginado que, unos meses después, conocería a Suu Kyi en persona, cuando habló en un foro en Washington, DC, copatrocinado por el Instituto de Paz de los Estados Unidos y la Sociedad de Asia (donde soy un fideicomisario). Hillary Clinton y otros notables llenaron la sala. La ovación que recibió Suu Kyi duró más de cinco minutos.

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El heroísmo de Aung San Suu Kyi no se deriva de la destreza física o militar, sino del poder moral: su incansable trabajo por la democracia y los derechos humanos frente a una oposición brutal. Ella era una revolucionaria poco probable. Modesta, elegante y de apariencia casi santa, Suu Kyi es la hija del héroe nacional, el general Aung San, quien negoció la independencia de Birmania (ahora oficialmente llamada Myanmar) de Gran Bretaña, en 1947, y fue asesinada poco después. Pasó 28 años fuera del país, regresando en 1988 para visitar a su madre enferma. Birmania estaba gobernada por un régimen militar y apenas comenzaba un movimiento a favor de la democracia. Suu Kyi encontró su vocación. Ese verano mantuvo a medio millón de personas embelesadas en un mitin frente a la Pagoda Shwedagon de Rangún. Luego fundó el partido Liga Nacional de la Democracia y lo llevó a la victoria en las elecciones de 1990, solo para que los generales anularan los resultados. Pasó 15 de los siguientes 20 años en alguna forma de detención, separada la mayor parte de ese tiempo de su familia. En la solitaria serenidad de su convicción, se convirtió en símbolo.

Desde su liberación, en 2010, Suu Kyi ha formado una alianza poco probable con el ex general, ahora presidente, Thein Sein, para llevar Birmania hacia la democracia. Es miembro del parlamento de Birmania. Las imágenes de La Dama, como la llaman, estaban prohibidas hasta hace poco, pero ahora están en todas partes. Como han demostrado Gandhi, King y Mandela, cuando hay un líder que posee autoridad moral y fuerza interior, la no violencia puede aplastar a un ejército.